Facundo Arrieta
El supuesto asesinato o la desaparición de Osama Bin Laden tuvo por objeto un impacto mediático. Una verdadera lucha contra el terrorismo implicaría atender a la resolución de sus causas, y una primera medida sería que EE.UU. y sus cómplices dejaran de practicarlo sistemáticamente.
El supuesto asesinato de Osama Bin Laden es el más reciente montaje propagandístico de escala mundial lanzado por el imperio decadente. Obama, el presidente que había despertado expectativas de cambios en sectores progresistas de la sociedad estadounidense, e incluso del resto del mundo,1 anunció en cadena nacional que un comando especial había dado muerte a Osama Bin Laden y sentenció, sin ruborizarse, que “EE.UU. puede hacer lo que se proponga”.
Siguen vigentes las sospechas de la complicidad de los aparatos de inteligencia de EE.UU. e Israel en los atentados del 11 de septiembre de 2001, se confirmaron las sospechas de que Irak no tenía armas de destrucción masiva y no tardará mucho en hacerse inocultable que la pretendidamente disimulada invasión a Libia, consecuencia de “rebeliones populares espontáneas”, es una farsa.
El anuncio del supuesto asesinato de Osama Bin Laden probablemente tenga un impacto significativo en la campaña electoral de Obama, pero no tiene mayor relevancia respecto a la disputa con Al Qaeda. En caso de que se confirmara fehacientemente que Bin Laden fue asesinado –algo difícil si, como se dice, arrojaron su cadáver al mar–, poca importancia tendría para el desarrollo del enfrentamiento de EE.UU. y sus aliados con Al Qaeda. Las causas que dieron origen a dicho enfrentamiento siguen vigentes, y el principal responsable de dicha situación –EE.UU.–, lejos de mostrar interés por resolverlas, se preocupa por acentuarlas. Su incondicional y provocador apoyo al sionismo terrorista que invadió Palestina y aplica una política de exterminio a ese heroico pueblo,2 la invasión a Irak, la invasión a Afganistán y la más reciente intervención en Libia3 son sólo algunos hechos puntuales que fortalecen la acción de Al Qaeda. Si a ello sumamos los cientos de miles de muertos civiles –entre los cuales predominan niños, mujeres y ancianos– consecuencia de las intervenciones mencionadas, no resulta difícil concluir que el supuesto asesinato de Osama Bin Laden no es más que un golpe de efecto propagandístico de consumo interno. Al Qaeda podría tomarlo como un incentivo para sumar adeptos y fortalecer su causa.
¿Por qué no lo capturaron?
Resulta insultante a la inteligencia que el único país que arrojó dos bombas atómicas sobre cientos de miles de civiles indefensos, que practica los métodos más terribles de tortura, que hace del terrorismo de Estado una práctica institucional, que es promotor, cómplice y defensor de sangrientas dictaduras, que practica el asesinato como instrumento de “justicia”, nos quiera convencer de lo apropiado de su “lucha contra el terrorismo”.
Algo que despierta las mayores suspicacias es la razón por la cual Osama Bin Laden fue asesinado (o desaparecido) en lugar de apresado, y la primera respuesta que viene a la mente es que seguramente contaba con demasiada información muy comprometedora para EE.UU. Basta recordar que fue entrenado, financiado, asesorado, respaldado y protegido por los servicios secretos estadounidenses para luchar contra la ocupación rusa de Afganistán. Así, la operación mata dos pájaros de un tiro: exalta y magnifica la capacidad de EE.UU. para acabar con sus enemigos y pone en calidad de “desaparecido” a un testigo comprometedor.
Por otra parte, es muy probable, como señaló el analista Atah Duré en el foro grupoamauta@gruposyahoo.com.ar, que uno de los objetivos del acto propagandístico del asesinato –real o ficticio– de Osama Bin Laden sea tener una excusa para retirarse de Afganistán, un nuevo Vietnam al cual EE.UU. ingresó con la excusa de encontrar a Osama Bin Laden, porque no halle la manera de salir disimulando su derrota.
Lo realmente importante
Lejos de habernos “librado de una amenaza terrorista” con el supuesto asesinato de Osama Bin Laden, EE.UU. ha confirmado que la amenaza terrorista tiene plena vigencia y que el asesinato selectivo (Osama Bin Laden) o masivo (en Palestina, Kosovo, Irak, Afganistán) es un recurso institucionalizado que cuenta con el apoyo formal de la ONU. Se pretende, así, generar “jurisprudencia” en materia de prácticas de terrorismo de Estado.
Cuando sin la menor vergüenza Obama afirma que “EE.UU. puede hacer lo que se proponga”, nos está advirtiendo que ayer fue Irak, hoy Libia y mañana –¿por qué no?– Venezuela, por ejemplo.
Consolidado el aspecto “legal” con el consentimiento de organizaciones genuflexas como la ONU, el siguiente paso es la “legitimación” mediante el uso de la propaganda para lograr el reconocimiento –o al menos la resignación– de la población mundial.
Notas:
Otros estilos, las mismas políticas, 11/12/2009.↑
La cuestión de Oriente Próximo, 05/06/2009.↑
En Libia, ‘lo esencial no es invisible a los ojos’, 07/04/2011.↑