Facundo Arrieta •
Al momento de comenzar a escribir estas líneas se informa que Obama ordenó a la CIA dar apoyo encubierto a rebeldes en Libia. ¿Qué otra prueba –ya existían muchas– se necesita para, al menos, desconfiar del carácter “revolucionario y popular” de los líderes de la oposición a Khhadafi? ¿Acaso se puede creer el fundamento “humanitario” de la intervención imperialista (no “aliancista”, como designa la propaganda)? ¿Es posible poner en marcha un proceso revolucionario y popular con el apoyo de la CIA? ¿Cómo justificar que Khadafi sea un aliado de quienes lo quieren derrocar? ¿Acaso es más “impresentable” que el sionismo o los monarcas de Arabia Saudita? ¿No resulta evidente que no son los horrores que le atribuyen a Khadafi los que motivan la agresión imperialista? ¿No cometen otros “aliados” del imperialismo, como los sionistas, por ejemplo, crímenes mayores que los atribuidos a Khadafi, y EUA junto a sus socios no sólo no los invaden, sino que los apoyan? ¿Ninguna de estas preguntas les hacen “ruido” a quienes tienen la convicción de la justa causa contra Khadafi y le dan carácter idéntico a las movilizaciones populares en otros países de la región?
En la medida en que pasan los días se conocen nuevos datos que ponen en entredicho el carácter espontáneo de las revueltas contra el gobierno de Khadafi. Un artículo publicado en la Red Voltaire atribuye a los servicios secretos franceses la preparación de la revuelta de Bengasi, desde noviembre de 2010.
Por cierto, a diferencia de las que se desarrollaron en otros países, como Túnez, Egipto, Siria, Yemen y Bahrein, las revueltas en Libia no son manifestaciones pacíficas de civiles desarmados, sino ataques de rebeldes armados. ¿Por qué el imperialismo llama a negociar a gobiernos que asesinan a ciudadanos desarmados, al tiempo que pretende derrocar a uno –el libio– que, como cualquier otro, de cualquier régimen, reprime a quienes se levantan en armas?
No se trata de denostar o defender a Khadafi, quien sin duda no es amado por todo el pueblo Libio; se trata de denunciar la agresión imperialista y sus fines verdaderos. Como señala Socialismo Latinoamericano, en su declaración del 23 de marzo sobre la situación en Libia, se trata de manifestar “solidaridad absoluta con la lucha de los trabajadores y el pueblo libio en defensa de su autonomía y unidad nacional” (el texto completo puede leerse en www.izquierdanacional.org).
¿Es la de los rebeldes libios la lucha que refiere la declaración de Socialismo Latinoamericano? No, según una entrevista que el enviado de Clarín a Libia le hace a Abdel Hafih Ahoga, uno de los principales denominados líderes de los opositores a Khadafi, quien se desnuda sin pudor:
Clarín: ¿Es sólo una exclusión aérea lo que han pedido?
Abdel Hafih Ahoga: Pedimos una zona de exclusión aérea para proteger a los civiles y que se vea de qué modo se frena el reclutamiento de mercenarios por parte de la dictadura. Estamos ciertamente atentos a los pasos que pudieran ordenar las Naciones Unidas, y uno de esos pasos podría ser el bombardeo de algunos sitios estratégicos del régimen.
Clarín: ¿Eso no implicaría una intervención militar extranjera en el territorio libio?
Abdel Hafih Ahoga: Nosotros no la consideraríamos de ningún modo como una intervención extranjera.
Clarín: Pero hay gente que sí lo ve de ese modo.
Abdel Hafih Ahoga: Nosotros no compartimos esa opinión. No estamos pidiendo una intervención militar en Libia. Sólo lo que le he indicado.
¿Qué clase de revolución puede llevar a cabo un líder como éste? ¡Pobre suerte la de los rebeldes honestos que ponen su vida en juego con estos “líderes”, servidores del imperialismo!
El error fundamental de quienes ponen como eje de la cuestión a la figura de Khadafi –tan honesta como ingenua e irresponsablemente, al creerse la propaganda imperialista– es plantear como dicotomía lo que en realidad es un mismo fenómeno o, dicho con mayor precisión, dos fenómenos paralelos e interdependientes: en los países de la periferia –semicoloniales– como Libia o Argentina, los fenómenos de neocolonialismo y contrarrevolución van de la mano y se enfrentan con los de independencia y revolución, que también marchan juntos.
Democracia y derechohumanismo son dos facetas de la propaganda –que han comprado muchos “izquierdistas” y “progresistas” en todo el mundo– que el imperialismo actual promueve para, en apariencia, enfrentar a las dictaduras, cuando en realidad la pretensión es acabar o domesticar los movimientos populares que podrían derivar en procesos revolucionarios. La disyuntiva, ayer y hoy, para nuestra Patria Grande aún inconclusa y los demás países semicoloniales, no es democracia o dictadura, sino independencia y revolución o neocolonialismo y contrarrevolución. Vuelvo a citar la declaración de Socialismo Latinoamericano:
No es la democracia o la vida de los civiles lo que moviliza a Estados Unidos y sus socios atlánticos. Por el contrario, está bien a la vista un interés geopolítico que tiene en la riqueza petrolera del país africano su centro de gravedad. No importan las concesiones que Khadafi haya hecho a los capitales extranjeros y a sus respectivas burguesías; aun así no es un personaje confiable. Lo que Washington, Londres y París quieren es el control total sobre un país clave en una región sacudida por los movimientos emancipatorios de los trabajadores y las masas explotadas.
Al igual que en Irak, Afganistán, Palestina, Líbano, el bloque de países imperialistas y su socio sionista, se ha revelado como la mayor fuerza destructiva de la historia y el más grande de los peligros que se ciernen sobre el destino de la humanidad.
De esto se trata, y cada día que pasa es más evidente.