Daniel N. Moser
La Ley de Herodes • Hecha la ley, hecha la trampa • Haiga sido como haiga sido • El Síndrome de Estocolmo • ¿Esquizofrenia o ponerle precio de la complicidad?
A diferencia con lo que sucede en la mayoría –por no decir todos– los países con sistemas políticos similares, en México el proceso electoral culmina con la calificación de la elección y la consiguiente confirmación del candidato ganador –en este caso el presidente de la república– poco más de dos meses después del día de la votación.
¿Porqué sucede tal cosa? La respuesta es sencilla: la histórica tradición de fraudes electorales en nuestro país ha generado una cultura de la sospecha, por lo cual se ha considerado necesario establecer una compleja ley electoral y un largo proceso.
En el actual proceso electoral que habrá de concluir, a más tardar, el 6 de septiembre, paradójicamente fueron las autoridades electorales las primeras en infringir la ley cuyo cumplimiento deben vigilar.
Adelantando vísperas y las prisas
La misma noche de la elección, cuando aún no se concluían los cómputos electorales preliminares, inusitadamente, la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota (JVM), se declaró vencida. Un par de horas después, el presidente del IFE anunciaba en cadena nacional un conteo rápido que daba al candidato Enrique Peña Nieto (EPN) seis puntos de ventaja sobre Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Segundos después, en la misma cadena nacional, Felipe Calderón comentaba lo que a su juicio era una muy probable victoria de EPN, lo felicitaba y se ofrecía a colaborar ampliamente en el proceso de transición. Ambos, el titular del IFE y Felipe Calderón, se congratulaban por una jornada electoral “ejemplar, limpia y tranquila”.
Sino sospechoso, resulta curioso que ambos funcionarios calificaran una jornada electoral donde participaron 50 millones de mexicanos en más de 400 mil casillas, a escasas horas de concluida la votación y cuando, por lo mismo, resultaba imprudente calificarla con precisión, tal como los acontecimientos y las revelaciones en días posteriores han certificado.
Inmediatamente después de la cadena nacional, el candidato del PRI-PV se apresuró a festejar, obviando el largo proceso legal que aún restaba –y resta– para que pueda, en su caso, considerarse vencedor. Los medios de comunicación, casi sin excepción, se sumaron al júbilo y dieron prácticamente por concluido el proceso con un “claro vencedor”.
Conductores y opinólogos de televisión y radio, esperaban y convocaban al tercer aspirante con posibilidades, AMLO, a reconocer el triunfo de EPN, por la contundencia de los resultados, que al momento arrojaban una diferencia de más de tres millones de votos. Demasiadas prisas para un proceso que culminará más de dos meses después.
Paradójicamente, fuera de la noche de la elección en la sede del PRI, no se han registrado –al menos los medios de comunicación no han dado cuenta– movilizaciones populares de los votantes o simpatizantes del PRI para festejar el triunfo anunciado por propios y extraños.
Encuestitis
La mayoría de las empresas encuestadoras contribuyeron a dar “certeza” anticipada al “triunfo inobjetable”, durante tres meses, casi todas ampliamente difundidas por los principales medios de comunicación reportaron que EPN llevaba entre 15 y 20 puntos de ventaja a AMLO.
Sobre el papel que jugaron la mayoría de la encuestas, la consejera del IFE, María Marván Laborde declaró a principios de junio que los estudios de opinión “son usados para decir mentiras; se están utilizando de manera mañosa”, y agregó “los ciudadanos deben desconfiar de encuestas que no presente su base de datos, el tamaño de la muestra y la tasa de rechazo”; cierto es que el presidente del IFE y los demás consejeros no comparten su opinión.
La más destacada de estas encuestas fue la de que diariamente Grupo Milenio divulgó por radio, televisión y periódico varias veces al día. Daba un promedio de 18% de ventaja de EPN. El día dos de julio Grupo Milenio cerró el caso con una “disculpa”.
El de las encuestas no es un asunto menor y por considerarlas propaganda electoral ha sido planteado por la coalición PRD-PT-AC como una de las causales de invalidez de la elección.
Frente a la euforia triunfalista, sin sorpresas, AMLO no reconoció el triunfo y se declaró en espera de que se cumplieran todas las etapas del proceso electoral, reservándose el derecho de cuestionarlo.
Las críticas en los más variados tonos de los más diversos sectores no se hicieron esperar. El calificativo más común con el cual se lo definió fue el de “mal perdedor”, y se le acusó de no respetar al proceso electoral y las instituciones, al tiempo que se anticipó que seguramente volvería a realizar marchas y plantones como en el 2006.
Antidemocráticos, perdedores y ganadores en veremos
Lo paradójico es que –según la ley electoral y los hechos registrados a la fecha– es AMLO quien actúa conforme a la ley y respetando las instituciones, contrario a lo que hicieron muchos de sus críticos, que lo declararon “mal perdedor” antes de que se confirme legalmente al ganador. Más aún, AMLO ha ratificado que sus cuestionamientos se realizarán en estricto apego a la ley y de manera pacífica. Hasta ahora ha sido así, algo que ha descolocado a sus adversarios.
Si el ganador de la presidencia de la república se conocerá sólo una vez que el Tribunal Federal Electoral (TEPJF) califique la elección, luego de examinar todas las impugnaciones que se presenten, lo cual debe suceder a más tardar el 6 de septiembre, ¿qué resulta antidemocrático, recurrir al derecho que la ley otorga para cuestionar o dar por anticipado ganador a un candidato?
Apenas tres días después de la elección, el grupo YoSoy132 daba a conocer más de 1300 denuncias ciudadanas de anomalías electorales, documentadas con testimonios y videos.
Desde entonces a la fecha se están dando a conocer datos que ponen en tela de juicio la “limpieza y tranquilidad” de los comicios que la noche del 1 de julio presumieron el presidente del IFE y Felipe Calderón. Por ejemplo: violencia contra votantes, secuestro de funcionarios electorales por parte de grupos armados, incendio de documentación electoral, compra y coacción del voto. En diversas conferencias de prensa, tanto el PAN como la coalición PRD-PT-MC, denunciaron ilícitos entre los cuales destacaron la compra y coacción del voto, el rebase de topes de recursos de campaña y el lavado de dinero, en todos los casos por parte de la coalición PRI-PV; destacan los casos de Monex, Soriana, la denuncia del empresario méxico-estadounidense José Aquino por una estafa por más de 50 millones de dólares vinculada a una campaña en medios para EPN, así como las empresas fantasmas para la triangulación de miles de millones de pesos, claro, una cosa es denunciar, otra probar y otra que, en caso de probarse, se aplique la ley.
No puede dejar de señalarse que los fraudes electorales de todo tipo y magnitud no son patrimonio exclusivo del PRI, aunque cierto es que el PRI los aplica con mayor experiencia y en volúmenes inimaginables.
Paradójicamente, lo más perjudicados por las políticas neoliberales impulsadas por el PRI y el PAN, han sido determinantes en el resultado en las urnas. AMLO durante su campaña reiteró un llamado a aceptar los “obsequios” pero a votar libremente. No le resultó. Tal vez en alguna medida sin escrúpulos o aceptando como “normal” la compra del voto, incluso algunos, asumiendo el “compromiso moral” de cumplir su palabra de votar a cambio de alguna contraprestación, lo cierto es que millones de los mexicanos sumidos en la pobreza por las políticas de las últimas décadas, votaron por el PRI. Los primeros análisis de los resultados electorales revelan datos “curiosos”, como el de que en las zonas rurales el promedio de votación llegó al 80% del padrón. ¿compra de votos, fraude, convicción?
El TEPJF sale sobrando, según su presidente
No tardó el titular del TEPJF, José Alejandro Luna Ramos, en declarar sonriente (¿qué tendrá de gracioso el asunto?) que “nadie ganará en la mesa lo que no pudo ganar en las urnas”. Lo dijo en más de una ocasión. Dicha declaración resulta, por decir lo menos, insólita. Siendo el TEPJF el responsable de calificar el proceso elector de manera integral –antes, durante y después de la jornada de la votación– la afirmación de Luna Ramos implica (aunque resulte inaudito) un desconocimiento de las atribuciones y responsabilidades del organismo que preside. Su convicción de que lo único que cuenta es la cantidad de votos que aparezcan en las urnas sin importar como llegaron allí, y a priori de analizar las impugnaciones que en su derecho y amparados por la ley electoral, los candidatos pudieran presentar, ponen al presidente del TEPJF al margen de la ley que se supone debe hacer cumplir. Sí, como señaló en más de una ocasión Luna Ramos: “nadie ganará en la mesa lo que no pudo ganar en las urnas”, ¿Para qué existe el TEPJF, y que necesidad hay de calificar el proceso electoral en su conjunto? El TEPJF sale sobrando, según se desprende de la declaración de su presidente.
El Síndrome de Estocolmo a la mexicana
Pero no son las autoridades electorales, los representantes de los partidos políticos y los mercenarios de los medios de comunicación los únicos que acusan de infringir la ley electoral al único que, hasta el momento de escribir estas líneas, la está respetando: AMLO. Por ignorancia, o convicción irracional motivada en fobias, ciudadanos independientes, posiblemente influenciados por la campaña mediática que da por hecho el triunfo de EPN, también reclaman que AMLO acepte lo que consideran su derrota; esto a pesar de que aunque muchos de ellos dan por hecho que hubo irregularidades, que las elecciones no fueron transparentes y apegadas a la legalidad, e incluso reconocen que el regreso del PRI no es una buena opción… pero “ya fue”.
Se trata de algo así como una manifestación colectiva, a la mexicana, del Síndrome de Estocolmo, reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro –en este caso parte de la sociedad mexicana a manos del grupo en el poder que pretende imponer presidentes– desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado.
La ley de Herodes
La legislación vigente sigue contemplando que se investiguen los casos de violación de la ley electoral y que se juzgue y, en su caso, castigue a los responsables de infligirla, pero a pesar de los antecedentes de los escándalos “Amigos de Fox” y “Pemexgate” tal cosa podría suceder –en su caso– después de asumido el nuevo presidente de la república, obviamente beneficiado por las irregularidades. De esta manera se pone en práctica la Ley de Herodes, brillantemente desarrollada en la célebre película mexicana del mismo nombre, un clásico del cine nacional que debería ser de exhibición obligatoria en las escuelas.
El procedimiento previsto en la ley electoral es una exaltación de la impunidad. Se trata de un caso flagrante de “hecha la ley, hecha la trampa”. Como ya se ha comprobado, resulta que cualquier partido puede infligir la ley, obtener mediante ese acto la presidencia de la república y después cumplir una sanción, obviamente siempre un “negocio” aceptable luego de obtener el botín, perdón, la presidencia de la república.
Por absurdo se presta a la risa, pero por dramático la inhibe. La ley electoral establece cuales son los delitos que impiden obtener la presidencia de la república, pero la comprobación de los mismos se dan después de entregársela al candidato que la haya obtenido, “haiga sido como haiga sido”.
Consejeros del IFE se han defendido señalando que ellos no hacen otra cosa que cumplir con la ley, y en parte tienen razón. El punto es que la ley electoral, igual que la integración de las autoridades electorales, es resultado de las negociaciones (imposiciones de quienes ostentan mayor poder) entre los partidos que deben ser regidos por dicha ley. Estamos así ante un círculo vicioso y perverso, del cual la sociedad mexicana es la principal víctima.
Una breve digresión
Hablando de vicios y víctimas (y suicidios), una pequeña digresión sobre los votantes de Gabriel Quadri. El 2.30% de los electores de Quadri garantizaron el registro a la franquicia de Elba Ester Gordillo (EEG). Obviamente, salvo la familia Gordillo y los beneficiarios directos de la franquicia, los pocos más de 1,100,000 mexicanos que votaron por Quadri pensaron que lo hacían por un candidato ciudadano y no para garantizarle a EEG –como efectivamente sucedió– el instrumento para negociar con el PRI las prebendas de rigor para ella y los votos necesarios para obtener el PRI la mayoría que necesita en el poder legislativo. Lo que seguramente ignoran los ingenuos votantes por Quadri, es que aunque se liquidó la alianza electoral entre la franquicia (Panal) de EEG y el PRI, la alianza estratégica entre ambos continuó, al punto que el ejercito electoral del SNTE tuvo destacada actuación al servicio de EPN durante el proceso electoral y, particularmente, durante el día de la elección. Finalmente, versiones periodísticas indican que ya se han reunido EPN y EEG para negociar las condiciones a partir de las cuales PRI-PV-NA lograrían contar con la mayoría necesaria en el Poder Legislativo.
¿Esquizofrenia o ponerle precio a la complicidad?
Antes de que culminase el 1 de julio Felipe Calderón felicitaba a EPN. Horas después, Gustavo Madero, presidente del PAN, retomaba la denuncia que su partido había hecho sobre las irregularidades cometidas por el PRI en el caso Monex. JVM primero y FCH poco después, se sumaron a la renovada denuncia para pedir que se esclarezcan los hechos, pero al mismo tiempo declaraban que no habrían de impugnar la elección por considerar que no había pruebas suficientes para ello. ¿Esquizofrenia o ponerle precio a la complicidad? La respuesta la tendremos dentro de unos meses si, como parece, finalmente, el TEPJF le entrega la presidencia de la república al PRI.
La fortaleza de un EPN presidente
Frustrando las expectativas de sus detractores, AMLO asegura que su campaña por la Defensa de la democracia y la dignidad de México es y será en el marco de la legalidad y pacífica. Con una estrategia que parece estar dándole resultados positivos se muestra confiado en la contundencia de las pruebas que dice tener para garantizar que con base en ellas el TEPJF invalide la elección y llame a nuevos comicios presidenciales. La estrategia parece tener dos objetivos muy claros: lograr que el TEPJF declare la invalidez de la elección presidencial, y consolidar su liderazgo para el futuro inmediato.
En caso de que el TEPJF califique positivamente la elección, como los antecedentes del 2006 parecen indicar, ¿Con que grado de autoridad y fortaleza asumiría EPN? En las condiciones actuales, EPN asumiría con mayor debilidad que Calderón. A pesar de que la diferencia de votos es de más de 6%, las condiciones políticas son distintas. El país que recibe está en peores condiciones que el que recibió Calderón en 2006; independientemente de la oposición partidista que encabeza AMLO, existe un despertar ciudadano encabezado de manera evidente por el #YoSoy132 como organización de universitarios que se ha declarado apartidista, en contra de lo que califica como la “imposición de EPN” y que está convocando a otras organizaciones a los ciudadanos de forma independiente sumarse a la movilización política organizada ¿Bastará la experiencia del PRI para contener este impulso? Difícil predecirlo.
AMLO y Ebrard ante el 2018
¿Daría AMLO por terminada su carrera política o apoyado en Morena, los casi 16,000,000 de votos y el impulso de la movilización que encabeza comenzará su campaña para el 2018? La respuesta es clara: ya optó por el segundo camino. Aunque por razones obvias no lo exprese públicamente, como la mayoría de los mexicanos debe ser consciente de que lo más probable es que, si no aparecen pruebas de una contundencia tal que obligue al TEPJF a declarar la invalidez de la elección, existe un 99.99% de probabilidades de que EPN sea el próximo presidente de México. Si así sucede, no parece haber una razón de peso para que retire de la vida política siendo el principal referente de la oposición y quien cuenta con la mayor organización militante y, hasta ahora el respaldo amplio de los tres partidos de la coalición (PRD, PT y MC).
AMLO no parece tener contrincantes que le puedan hacer sombra. El flamante gobernador de Tabasco es un aliado incondicional, Graco Ramírez no cuenta, desde siempre se ha proclamado partidario del contubernio con el sistema plutocrático; Miguel Ángel Mancera es un personaje gris que ya hasta le tomó la llamada de EPN; se dice que recibió más votos que AMLO en el DF pero se pasa por alto el origen de dichos votos. Quienes votaron por AMLO le dieron su voto a Mancera y los que Mancera obtuvo por sobre AMLO son de los sectores pequeñoburgueses que jamás votarían por AMLO pero menos por el PRI. En otras palabras, todos los votos por AMLO en el DF son de él, la mayoría de los de Mancera son de AMLO.
A diferencia de Graco Ramírez y Mancera, aunque sin pegarse a él, Marcelo Ebrard respalda la campaña de AMLO porque es consciente de que sus aspiraciones a ser candidato a presidente en 2018 se reducen drásticamente si EPN es impuesto, y se robustecen si se invalida la elección. AMLO presidente le abre a Ebrard el camino a la presidencia en 2018, en cualquier contienda (no encuesta) con AMLO por la candidatura presidencial para ese año la pierde.
El nuevo PRI y la utopía
El futuro de la izquierda partidista está en manos de AMLO. Si no comete los errores tácticos y estratégicos del 2006, él será el líder indiscutible de la oposición y quien determine el destino de la estructura partidista. Si las tribus perredistas no se alinean no tardarán en quedarse con el cascaron del PRD ante la postergada decisión de AMLO de transformar a Morena en partido político o formalizar una alianza partidista con PT y MC para los próximos comicios. Habrá que conocer cuales los tiempos y formalidades a cumplir, pero lo cierto es que sin AMLO los votos del PRD disminuirán dramáticamente dejando sin hueso a los integrantes de las tribus, que obviamente le darán batalla.
Por el lado del PRI, nadie se engaña. Si regresa al poder formal será el PRI de Carlos Salinas de Gortari, este y no otro es el fundador y líder indiscutible del nuevo PRI. El escenario político y económico no tendrá cambios sustantivos. Continuarán tratando de cumplir con los paradigmas neoliberales que puso en practica Miguel de la Madrid, que consolido Carlos Salinas y que continuaron Zedillo, Fox y Calderón. Pero el país es otro, no será fácil contener el descontento organizado de miles de ciudadanos.
¿Y si se invalida la elección? Es utópico, pero no imposible. Se vale soñar.